DESDE LO MÁS SIMPLE
A ratos escuchaba
murmullos que se dirigían a él, pero hacia caso omiso. Su mirada perdida por
una sonrisa, quizás la más bella que haya visto alguna vez, solo quizás; daba
la impresión de que se encontraba feliz. Observaba detenidamente los rasgos de
aquel joven que solo necesitó sonreír aunque no a él, para robar su alma por un
instante, intentaba adivinar que pensaba al hablarle tan entretenidamente a su
amigo, noto que hablaba demasiado, y junto a ello no faltaban las risas y la
mirada que aunque cansada irradiaban vida. Era por el momento su “maldita
traga”, le gustaba llamarlo por un “nombre propio” pues no tenía idea de cómo
se llamaría aquel poseedor de tanto encanto.
Días pasaron teniendo
aquella sonrisa en su memoria -era raro que recordara precisamente eso a juzgar
por su falta de memoria a corto plazo- Anhelaba de cierta manera volverlo a ver
solo para intentar adivinar cuál era ese je ne sais quoi (yo no sé qué) que le atraía. Con el paso del tiempo,
en realidad no mucho, creyó que solo era su sonrisa lo que le había llamado su
atención, y al parecer era así. Una sonrisa, que extraño. Lo que siempre
observaba de alguien más eran los ojos, le encantaba seguir la silueta que se compone
por el parpado dónde se posponen las pestañas que dan ese color negruzco que
hace ver interesante la mirada de alguien. O al menos para él era así.
Habían pasado un par de meses, aunque no lo parecían. Miró su
reloj para fijarse que había llegado a la hora debida para el encuentro con su
amiga que casualmente estudiaba en el mismo lugar que el pero que nunca se
habían topado. Levantó su cabeza y sintió que su ritmo cardíaco se aceleraba,
su corazón quería abrirse paso por entre
las costillas, el mundo a su alrededor seguía tal cual, menos él. Fue como si
su cuerpo no respondiera a la sensación de nervios que causaba la simpleza de
observarlo. Así mientras el trataba de reaccionar por los fuertes gritos de su
amigo que le preguntaba que le pasaba, el joven se perdió entre la multitud.
Por esos días se encontraba sentado dibujando, de repente le
dieron ganas de escribir algo que le vino a la mente, su lápiz empezó a fluir
como si tuviese grabado las líneas que tenía que trazar en la hoja de papel
algo arrugada, decía algo así:
“Susurra en mi oído aquello que te gusta, piensa aquello que no.
Suspira cuando tengas el deseo de hacerlo, cuando mires mis ojos y te pierdas
en ellos. Observa en detalle los defectos que tengo, pero calla no quiero
saberlos. Es tan fácil hablar del amor como hablar del sexo, es sencillo decir
te quiero, pero difícil sentirlo adentro. Es agotador vagar sin rumbo fijo,
triste no tener con quien hacerlo”.
Fue entonces cuando se cuestionó.
-¿por qué estoy solo?
Alzó su mirada con la
intención de pensar en esa pregunta que en el momento requería toda su
concentración, dejó sus cosas a un lado, se recostó en una columna del edificio,
cerró los ojos y divago en su mente. Pensar de manera gráfica era su “estilo”.
Logró formar muchas imágenes de sus relaciones pasadas en las que no le había
ido nada bien, solo se sentía satisfecho con una sola, una que había ocurrido
cuando estaba en cuarto de primaria, esa su primera relación “seria” que en
realidad era más un juego. Pero, que aunque siendo un juego se inmiscuían
sentimientos -Muchos dirían que un niño de nueve años no podría sentir amor
hacia alguien, pero para él era diferente-
Abrió sus ojos lentamente, mientras estos se acostumbraban al
cambio de luz. Su vista era nublada no lograba distinguir nada a su alrededor,
solo el verde fosforescente de lo que parecía un bolso bastante extravagante,
para cuando logró ver con claridad notó que su ritmo cardíaco se aceleraba, eso
solo podía significar una cosa, su “maldita traga” estaba cerca. –Ni el mismo
sabía cómo era capaz de presentir que él estaba cerca- Apresuradamente intentó
peinar su cabello que precisamente estaba inmanejable ese día, giró su cabeza
hacia la derecha y ahí estaba él. Como cosa rara todo se resumía a la cámara
lenta, las comisuras de sus labios se alzaron dejando ver su sonrisa, esa su
sonrisa matadora. Observó sus ojos iluminados por la luz que se reflejaba en el
vidrio del ventanal justo en frente de las escaleras, observó su mirada con
calma esta vez no parecía cansada, poseía energía reflejada en el sutil tono
café que demarcaba su iris, sus párpados se cerraron varias veces intentando
obstruir la luz que al parecer cegaba su retina, observó que sus ojos se
componían por una fina línea en forma de elipse algo encorvada de donde
sobresalían las pestañas negras que terminaban por adornar la silueta de sus
ojos, que a su vez iban acompañados de unas cejas casi rectas que hacían el
juego perfecto debido a lo opuestos que eran lo uno de lo otro.
Por un instante se imaginó como sería estar un
tiempo con su “maldita traga”, pensó en cada detalle, como podría hablarle,
mirarle, incluso como podría besarle. Imaginó reír sin que fuera forzado,
hablarle estúpidamente, coquetearle y
decirle esos apodos cursis y clichés que nunca había dicho a alguien. Pensó en darle
un detalle, tal vez una carta, pero no cualquier carta, una de esas en la que
se nota el esmero, una de esas en las que uno quiere atragantarse con cada
palabra sin perder la degustación de lo que dice, una de esas escritas a mano
que ya casi nadie hace. Pensó que esa sonrisa le podía hacer bien, pues la
mayor parte del tiempo vivía aburrido, cansado de la monotonía, cansado de
tener que hacer felices a los demás para causar buena impresión olvidándose de
él mismo. Pensó que
ese joven, ese encantador joven, de mirada despampanante y sonrisa inigualable
podría darle algo de felicidad.
De
pronto, uno de sus amigos lo llamó, era hora de su última clase, entró al salón
sin vacilar, despertando de ese sueño algo novelesco. Se sentó mientras sacaba
un lapicero, se dispuso a resolver el
último examen que tenía que presentar, no logró concentrarse mucho, no
recordaba lo que había estudiado, así que como buen primíparo respondió lo que
primero se le venía a la mente, o bueno lo segundo, tercero, quizás cuarto,
pues lo primero que pensaba se sintetizaba en su “maldita traga".
Para cuando terminó el examen salió rápidamente estaba algo cansado y quería dormir, llegó a su casa, se desvistió y se recostó. el rostro de aquel chico aún seguía en sus pensamientos. Llegó a la conclusión de que todo había comenzado desde lo más simple, una sonrisa y que muy probablemente se quedaría solo en eso. Mientras se quedaba dormido cayó en la cuenta de que ya estaba en vacaciones y que a aquel apuesto joven no lo vería en un buen tiempo.