jueves, 7 de agosto de 2014

DESDE LO MÁS SIMPLE



 A ratos escuchaba murmullos que se dirigían a él, pero hacia caso omiso. Su mirada perdida por una sonrisa, quizás la más bella que haya visto alguna vez, solo quizás; daba la impresión de que se encontraba feliz. Observaba detenidamente los rasgos de aquel joven que solo necesitó sonreír aunque no a él, para robar su alma por un instante, intentaba adivinar que pensaba al hablarle tan entretenidamente a su amigo, noto que hablaba demasiado, y junto a ello no faltaban las risas y la mirada que aunque cansada irradiaban vida. Era por el momento su “maldita traga”, le gustaba llamarlo por un “nombre propio” pues no tenía idea de cómo se llamaría aquel poseedor de tanto encanto.

 Días pasaron teniendo aquella sonrisa en su memoria -era raro que recordara precisamente eso a juzgar por su falta de memoria a corto plazo- Anhelaba de cierta manera volverlo a ver solo para intentar adivinar cuál era ese je ne sais quoi (yo no sé qué) que le atraía. Con el paso del tiempo, en realidad no mucho, creyó que solo era su sonrisa lo que le había llamado su atención, y al parecer era así. Una sonrisa, que extraño. Lo que siempre observaba de alguien más eran los ojos, le encantaba seguir la silueta que se compone por el parpado dónde se posponen las pestañas que dan ese color negruzco que hace ver interesante la mirada de alguien. O al menos para él era así.

Habían pasado un par de meses, aunque no lo parecían. Miró su reloj para fijarse que había llegado a la hora debida para el encuentro con su amiga que casualmente estudiaba en el mismo lugar que el pero que nunca se habían topado. Levantó su cabeza y sintió que su ritmo cardíaco se aceleraba, su corazón  quería abrirse paso por entre las costillas, el mundo a su alrededor seguía tal cual, menos él. Fue como si su cuerpo no respondiera a la sensación de nervios que causaba la simpleza de observarlo. Así mientras el trataba de reaccionar por los fuertes gritos de su amigo que le preguntaba que le pasaba, el joven se perdió entre la multitud.

Por esos días se encontraba sentado dibujando, de repente le dieron ganas de escribir algo que le vino a la mente, su lápiz empezó a fluir como si tuviese grabado las líneas que tenía que trazar en la hoja de papel algo arrugada, decía algo así:



“Susurra en mi oído aquello que te gusta, piensa aquello que no. Suspira cuando tengas el deseo de hacerlo, cuando mires mis ojos y te pierdas en ellos. Observa en detalle los defectos que tengo, pero calla no quiero saberlos. Es tan fácil hablar del amor como hablar del sexo, es sencillo decir te quiero, pero difícil sentirlo adentro. Es agotador vagar sin rumbo fijo, triste no tener con quien hacerlo”.

Fue entonces cuando se cuestionó.

 -¿por qué estoy solo?

 Alzó su mirada con la intención de pensar en esa pregunta que en el momento requería toda su concentración, dejó sus cosas a un lado, se recostó en una columna del edificio, cerró los ojos y divago en su mente. Pensar de manera gráfica era su “estilo”. Logró formar muchas imágenes de sus relaciones pasadas en las que no le había ido nada bien, solo se sentía satisfecho con una sola, una que había ocurrido cuando estaba en cuarto de primaria, esa su primera relación “seria” que en realidad era más un juego. Pero, que aunque siendo un juego se inmiscuían sentimientos -Muchos dirían que un niño de nueve años no podría sentir amor hacia alguien, pero para él era diferente-

Abrió sus ojos lentamente, mientras estos se acostumbraban al cambio de luz. Su vista era nublada no lograba distinguir nada a su alrededor, solo el verde fosforescente de lo que parecía un bolso bastante extravagante, para cuando logró ver con claridad notó que su ritmo cardíaco se aceleraba, eso solo podía significar una cosa, su “maldita traga” estaba cerca. –Ni el mismo sabía cómo era capaz de presentir que él estaba cerca- Apresuradamente intentó peinar su cabello que precisamente estaba inmanejable ese día, giró su cabeza hacia la derecha y ahí estaba él. Como cosa rara todo se resumía a la cámara lenta, las comisuras de sus labios se alzaron dejando ver su sonrisa, esa su sonrisa matadora. Observó sus ojos iluminados por la luz que se reflejaba en el vidrio del ventanal justo en frente de las escaleras, observó su mirada con calma esta vez no parecía cansada, poseía energía reflejada en el sutil tono café que demarcaba su iris, sus párpados se cerraron varias veces intentando obstruir la luz que al parecer cegaba su retina, observó que sus ojos se componían por una fina línea en forma de elipse algo encorvada de donde sobresalían las pestañas negras que terminaban por adornar la silueta de sus ojos, que a su vez iban acompañados de unas cejas casi rectas que hacían el juego perfecto debido a lo opuestos que eran lo uno de lo otro.

Por un instante se imaginó como sería estar un tiempo con su “maldita traga”, pensó en cada detalle, como podría hablarle, mirarle, incluso como podría besarle. Imaginó reír sin que fuera forzado, hablarle  estúpidamente, coquetearle y decirle esos apodos cursis y clichés que nunca había dicho a alguien. Pensó en darle un detalle, tal vez una carta, pero no cualquier carta, una de esas en la que se nota el esmero, una de esas en las que uno quiere atragantarse con cada palabra sin perder la degustación de lo que dice, una de esas escritas a mano que ya casi nadie hace. Pensó que esa sonrisa le podía hacer bien, pues la mayor parte del tiempo vivía aburrido, cansado de la monotonía, cansado de tener que hacer felices a los demás para causar buena impresión olvidándose de él mismo. Pensó que ese joven, ese encantador joven, de mirada despampanante y sonrisa inigualable podría darle algo de felicidad.

 De pronto, uno de sus amigos lo llamó, era hora de su última clase, entró al salón sin vacilar, despertando de ese sueño algo novelesco. Se sentó mientras sacaba un  lapicero, se dispuso a resolver el último examen que tenía que presentar, no logró concentrarse mucho, no recordaba lo que había estudiado, así que como buen primíparo respondió lo que primero se le venía a la mente, o bueno lo segundo, tercero, quizás cuarto, pues lo primero que pensaba se sintetizaba en su “maldita traga".

Para cuando terminó el examen salió rápidamente estaba algo cansado y quería dormir, llegó a su casa, se desvistió y se recostó. el rostro de aquel chico aún seguía en sus pensamientos. Llegó a la conclusión de que todo había comenzado desde lo más simple, una sonrisa y que muy probablemente se quedaría solo en eso. Mientras se quedaba dormido cayó en la cuenta de que ya estaba en vacaciones y que a aquel apuesto joven no lo vería en un buen tiempo.