viernes, 1 de mayo de 2015

MIL METEOROS SE AVECINAN 


Y entonces mil meteoros se avecinan, como una fuerte tormenta de arena, contra la crueldad del cosmos incierto  justo frente a la majestuosa luna creciente latente frente a mis ojos, vista desde las esquinas más oscuras de la tierra misma, se amontonan mientras que mis pupilas taciturnas intentan acomodarse al estado del tiempo, ese tiempo repentino que azota las mil lágrimas que brotan de mis ojos. Entre el crepúsculo, rodando bajo las mareas de las constelaciones se encuentran mis sentimientos ahogados bajo las ondas de choque que provocan las supernovas, una explosión tras otra y mi calma al parecer se agota, los intentos de encontrar una luz igual a la que refleja la luna es tan imposible como tan siquiera pensar que el hombre alguna vez tocará la superficie del sol con sus manos desnudas, mucho más aún idealizar algo que se asemeje al respirar oxígeno en la llanura de Neptuno, incluso tan imposible como tal vez llegar a encontrar el amor idealizado en el azul oscuro del cielo nocturno. Y, es que a veces se siente como si estuviera en el frío vacío intentando llegar tan siquiera a una gota de calor de la más hermosa estrella dibujada en su centro, su corazón. Al parecer es más sencillo llegar a la galaxia más cercana que estar a tu lado por al menos una semana, es más fácil imaginar que no soy de la vía láctea y que tú no eres más que un habitante de algún planeta ubicado en la galaxia más lejana. Es irónico que compare nuestra distancia con años luz, pero, ¿qué puedo hacer yo por acortar estos más de cuatrocientos kilómetros que se interponen en nuestro amor? Tal vez mantener una comunicación interminable, una que dure por lo menos cien años más una tarde, o quizás detener el tiempo que agota mis ansias por verte, o para ser más preciso y sincero un clon generado por polvo de estrellas que me diga te amo cada vez que la incertidumbre me genere dudas. Me niego a pensar que este sentimiento es temporal, mucho más aún cuando lo que realmente siento es totalmente atemporal, quiero pensar que fácilmente encontraré un agujero negro que me lleve instantáneamente al lugar en el que te encuentres, y si lo llegas a pensar bien puede que eso funcione mucho mejor que esperar para vernos cada seis meses. Es desalentador saber que mientras desde mi ventana veo la blanca y hermosa luna, esa misma que ves tú cada que tus ojos se dirigen al cielo nocturno la distancia se me hace más eterna como si estuvieras en el primero y yo en el último de los anillos de Saturno. Y es entonces cuando pienso en ti que miles de meteoros se avecinan, directo hacia mí, renovando junto con la fuerza del Universo el dolor acumulado en este viaje de espera que sin exagerar ya lleva más de siete años luz. 

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